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VIAJAR EN MITO - 10 Múltiples realidades encadenadas.

 

 

 

 Volveré sobre una reflexión de Aukanaw en su obra La ciencia secreta de los mapuches. El Renü (nivel máximo de chamanismo en dicho pueblo) afirma que el habitante de las grandes ciudades de Europa, América (1), Estados Unidos o de cualquier parte del mundo donde impere la cultura occidental, está inmerso en la realidad ordinaria y tan solo en los sueños puede asomarse brevemente a la realidad extraordinaria que nosotros llamamos Mítica. En cambio, el hombre que pertenece a los pueblos originarios tiene un acceso permanente a esta realidad inusual. La profundización y el manejo de la misma pueden convertirlo en chamán.

Si bien son ciertas en términos generales, estas afirmaciones requieren cierto análisis. En una intervención anterior, cuando nos referimos a este párrafo, señalamos que el hombre que vive en Occidente accede a la realidad extraordinaria no solo en los sueños. Lo hace también al abordar el arte, a través de la creación o la contemplación de piezas artísticas. Escribir un poema, realizar una escultura o pintar un cuadro: si se lo hace siguiendo un impulso auténtico, quitará algunas de las capas que cubren la realidad para mostrar otros aspectos de la misma.

 

Por nuestra parte, llamamos Visión Mítica o Realidad Mítica a aquella dimensión donde los mitos, es decir, los relatos que aportan y complementan la explicación de la realidad, adquieren su pleno sentido, mostrando una dimensión del mundo en la que se repliegan los condicionamientos témporo-espaciales.

También explicamos en los artículos y pequeños ensayos que hemos diseminado en este blog y en otros similares, que el poder o la dínamis, es decir, aquella fuerza originaria con la que nacemos, se va transfiriendo, hipotecando a lo largo de nuestras vidas, sin que la sociedad que la consume en forma constante nos brinde posibilidades de recuperarla. En otro trabajo volveremos a analizar más detenidamente las características de este poder: cómo está constituido, cuáles son sus rangos y categorías. De querer recuperarlo, hay instrucciones bastante precisas en los trabajos publicados. La obtención de esta dínamis es vital para que aflore en nosotros la capacidad de visión mítica, es decir, la posibilidad de ver el mundo bajo las dos realidades que lo constituyen.

Sin embargo, la realidad considerada como ordinaria no es tan simple. Es más, diríamos que es mucho más compleja que la realidad extraordinaria o visión mítica. Esto se debe a que la misma está cruzada por numerosas cosmovisiones, muchas de las cuales se nos ofrecen como las únicas y verdaderas. A estas formas de explicar y abordar el mundo las llamaremos Mitos de Poder.

Accedemos al conocimiento por una parte a través del relato, de la historia, del mito y por la otra, a través del conocimiento racional (2). El hombre primitivo era consciente de la necesidad de estas dos dimensiones, el relato y la explicación, para abordar la realidad En condiciones normales, esto servía a la vida. En las Kone griegas, que así se llamaban los poblados que precedieron a las polis, esta atmósfera mítica servía para que los miembros de dichas comunidades recogieran la dínamis que entregaban diariamente en las cosechas; se trataba de una economía comunitaria con abundancia de producción. Fue la amenaza persa la que los llevó a construir las polis, es decir, las ciudades amuralladas, que debían ser defendidas por castas militares, a las que era necesario mantener y pagar. Fueron ellas las que, a partir de entonces, absorbieron ese poder.

La guerra, la religión organizada y toda postura que pretenda imponer una cosmovisión sobre otra son los elementos que generan los principales Mitos de Poder. El objetivo de los mismos es brindar a las masas una explicación de la realidad que justifique, por un lado, la preeminencia de cierta casta detentora del dominio y, por el otro, convenza al pueblo llano de la necesidad de entregar su dínamis.

El cristianismo desde sus orígenes y a través de su evolución, se transformó en un Mito de Poder al poco tiempo de la muerte de su fundador. En las diferentes comunidades, los ricos y poderosos cristianos de Roma procuraron que Jesús formara parte del panteón de dioses del imperio. Las persecuciones y la muerte de miles de cristianos por parte de los romanos llevaron a que la nueva religión adoptara el mismo sentido dogmático, dictatorial y belicista de sus perseguidores, lo que se concreta a partir del Concilio de Nicea en el 325 de nuestra era, cuando el nuevo credo es reconocido como la religión oficial del imperio y se brinda al obispo de Roma los atributos del emperador. El cristianismo pasa a ser entonces lo que llamamos una cosmovisión encadenada: la única forma de comprender y abordar la realidad. Apartarse de esta postura, recurrir a otro enfoque acerca de quiénes somos y cuál es nuestro sitio en el universo se castigaba con el destierro o la muerte. La ejecución pública de cantidad de herejes fue la forma más convincente de impedir variantes en el contenido oficial de la religión.

Este proceso tuvo sus etapas. Hasta el siglo XIII, la iglesia se ocupaba de que los principales príncipes y gobiernos de los países conquistados adhiriesen al cristianismo. No les importaba demasiado lo que ocurría entre las clases bajas del pueblo y era precisamente en estos estratos populares donde pululaban todo tipo de creencias, conservando su clandestinidad; entre ellas, un chamanismo occidental de carácter femenino ejercido por mujeres a las que luego se las llamaría brujas. Durante algunos siglos coexistieron las dos dimensiones: la religión dogmática, distante, con un mito de poder que justificaba y mantenía el predominio de la casta sacerdotal y, por el otro, radicalmente separada, la cosmovisión que se asentaba y operaba desde la percepción extraordinaria.

 

 

Fue el levantamiento cátaro que comenzara a partir de principios del siglo XIII lo que cambió las cosas para la iglesia: una rebelión súbita desde ese sector al que se había despreciado. Además de la derrota sangrienta de los nuevos herejes, esta gesta se prolongó un par de siglos más tarde con la caza de brujas, desatada en Europa en el siglo XV. La persecución logró unificar al campesinado y las clases populares, presentándoles un claro objeto fóbico: las brujas, aliadas con Satanás. El contexto teórico que justificaba esta persecución se basaba en un mito de poder cuya estructura pasó a ser universal. Dicho mito define al enemigo e implica una convocatoria a defenderse contra él; recuérdese que el principal medio que servía para definir una bruja era la delación.

 

Otro factor importante para la iglesia fue la Reforma protestante a principios del siglo XVI y cuando estaba en pleno auge la persecución y aniquilación de las brujas. Como reacción al movimiento luterano, la iglesia elaboró el arte barroco procurando difundir la piedad católica. El siguiente párrafo es tomado del portal HISTORIOTECA.

La utilización del arte barroco como herramienta de la Contrarreforma}

El arte barroco fue utilizado por la Iglesia Católica como una herramienta para promover su mensaje y contrarrestar las ideas protestantes. Las iglesias y los espacios religiosos fueron transformados en verdaderos espectáculos visuales, con la intención de impresionar a los fieles y reforzar su fe.

Las obras de arte barroco representaban escenas bíblicas y religiosas de manera dramática y emocional, utilizando la emotividad y el realismo para generar una conexión emocional con los fieles. Los artistas barrocos buscaban transmitir la importancia de la fe y la devoción a través de sus obras, y así reafirmar la supremacía de la Iglesia Católica.



 

Posteriormente, la sociedad secularizó algunos aspectos del barroco, como el horror vacui, es decir, el horror al vacío, lo que llevó a la sociedad de consumo, el pilar básico del capitalismo.

No es mi intención extenderme demasiado en estos temas, que como decía en un texto anterior, serían motivo de una crítica de la razón confesional, aún por escribir. Vale agregar que adherir a una religión como la cristiana implica sumergirse en un esquema de realidad en el que un ámbito trascendente prevalece sobre la vida común. Existe un dios al que se le debe respeto en términos de vasallaje, al que se le brinda todo el poder. Nacimiento, matrimonio, enfermedad o muerte: la presencia del sacerdote o el pastor en estos tiempos clave, abarca la totalidad de la existencia . Para el piadoso, vivir de acuerdo a las prescripciones de la iglesia, entregando poder, pagando el diezmo y llevando una moral estricta, especialmente en lo sexual, garantiza su entrada al paraíso y una bienaventuranza eterna.

 

También sería un tema para profundizar: la obra de Dante Alighieri. Como tantos personajes geniales del Renacimiento, guardaba creencias particulares que disentían del contenido de la iglesia oficial. Sin embargo, en la Divina Comedia, así como en su vida pública, debía adherir a la iglesia romana, ya que de lo contrario corría riesgo de muerte. No es posible descalificar una obra tan grandiosa como la de Dante, pero su cosmovisión fue utilizada para construir la creencia que sostiene el cristianismo. Los tres mundos, infierno, purgatorio y cielo en un contexto de mesianismo y de teocracia. El resultado es que el fiel se encuentra en un universo cerrado, abroquelado, donde no hay sitio para el descubrimiento o para la búsqueda, esenciales al ser humano. No nos corresponde llamar a la gente a abandonar su fe. En nuestra existencia cósmica, la adhesión a ciertas posturas representa una etapa que deben cumplir, pero desde la visión mítica, estimulamos a los fieles a que no acepten ciegamente lo que se les ofrece, y que desarrollen una postura crítica hacia las verdades de su religión

La paz de la muralla

 

 

Me he detenido en el mito del poder cristiano, en algunos puntos clave de su historia, ya que es uno de los que mejor ilustran el contenido de esta entrada. La iglesia, para los fieles, es una enorme muralla que pretende protegerlos, generando una fuerte separación con lo demoníaco, que acecha de forma permanente, e induciendo una sensación de seguridad aparente. Los mitos de poder llevan a quienes los adoptan y practican a sentir una fuerza que deriva de una supuesta protección.

Hablamos de las murallas rígidas, construidas en base al odio y al miedo, las que protegen una ciudad o un país, desatando un vendaval de suspiros de alivio cuando los habitantes comprueban la solidez de los muros. La diferencia con las murallas naturales, como la piel, es que estas son flexibles, reconocen enemigos y los rechazan, pero también pueden transformarlos, convertirlos en fuerza favorable al organismo y transformar el veneno en medicina.

La muralla rígida, desde la china, terminada con el emperador Qin Shi Huang hasta el muro de Trump, son una fuente de cosmovisiones basadas en el poder: un universo dividido en dos mitades irreconciliables: lo negro y lo blanco; lo bueno y lo malo. Quienes se encuentran dentro de la muralla, pertenecen al sector luminoso del cosmos. Del otro lado están las sombras, el caos, lo salvaje. Si bien los habitantes protegidos por la muralla están seguros, deben permanecer alerta para evitar cualquier presencia o influencia de quienes se encuentran al otro lado. Son seres inferiores, pero se les adjudica una enorme astucia. Entonces, no sólo es necesario el ejercicio del poder por los administradores de la muralla, sino que se requiere una tarea de espionaje permanente, para determinar en la cultura tendencias que pueden parecer inocentes, pero a través de las cuales se infiltrarían los elementos indeseables. En caso de descubrirlos, deben ser eyectados, arrojados al otro lado de la muralla para restablecer la paz y la armonía.

Las barreras virtuales de las religiones tienen su correlato laico en el muro de Trump al que ya aludimos; la supuesta protección que producen las redes sociales, evitando el contacto cara a cara con quien está al otro lado del chat, y la multitud de barreras que se acumulan en nuestra sociedad. Yendo a las religiones, hablamos de los tres monoteísmos occidentales: cristianismo, judaísmo e islamismo, así como muchas posiciones orientales que coinciden con el mismo esquema. Fuera de la religión, aludimos a posturas marxistas dogmáticas, así como a progresismos, conservadurismos o cientificismos. El elemento común es definir un sector caótico del mundo y separarlo con una muralla para proteger a los ciudadanos de bien. Esta barrera se suma al restante elemento del mito de poder: la casta, el estamento que se ocupa de administrar la muralla, de decidir quién permanece protegido y quién debe ser arrojado al otro lado.

 

 

La religión establece a Dios como el emperador, infinitamente bondadoso, pero que puede llegar a la extrema crueldad con sus súbditos. La felicidad se vincula al cielo, al paraíso en todas sus formas. En un marco de mesianismo, todos esperan al redentor en sus vidas individuales que también combatiría el caos y la injusticia del mundo: la horda de los fieles no vacila en calificar a un gobierno como demoníaco, y en organizarse para pedir su derrocamiento, para arrojarlo al otro lado de la muralla.

 

Este criterio también se aplica a posturas que no toman como base la religión, y uno de los ejemplos fue el gobierno de Stalin en Rusia: cosmovisión basada en la muralla: por un lado, el pueblo, sus presuntos valores, en quienes se encontraría la ortodoxia necesaria para la inevitable dictadura del proletariado y el advenimiento de la sociedad sin clases. Por el otro, están aquellos que se oponen más o menos disimuladamente, los contrarrevolucionarios que deben ser expulsados de la muralla. Lo que sería el dios y el ámbito trascendente de la religión, es reemplazado por el futuro, por la sociedad sin clases. Así como hombres y mujeres envueltos en el mito de poder confesional se sacrifican por ese ser trascendente al que adoran, aquellos que profesan el socialismo en una sociedad como la de Stalin, se sacrifican por el advenimiento de ese reino de felicidad. Ambos rechazan la vida presente, sus urgencias y necesidades.

Sociedades murallas

Saliendo de las posturas extremas y aparentemente opuestas como serían las posiciones confesionales y el estalinismo, la muralla que divide el afuera amenazante del interior seguro forma parte de nuestra vida cotidiana. En efecto, las casas que ocupamos, el automóvil que conducimos, instituciones y hasta lugares abiertos están rodeados de murallas. En principio, estas murallas están formadas por paredes de mampostería y metal. En el caso de parques o lugares públicos, donde supuestamente y al menos por un momento la muralla debería desaparecer, las cámaras instaladas estratégicamente forman una barrera virtual, un panóptico que nos observa inexorablemente.

En las sociedades, el mito fundacional, es decir, el relato que da cuenta de los fundamentos y los orígenes de una determinada comunidad, se manifiesta en todos los objetos de la vida. Rompiendo el relato, pasa a formar parte del arte, que incluye el concepto de artesanía; de la arquitectura hasta los utensilios cotidianos reproducen la versión de ese origen. Es así que, al ser la muralla uno de los mitos que nos constituyen, atraviesa la vida cotidiana. Ocupamos una casa que es una muralla; las clases medias de los principales países aspiran a que se convierta en un lugar seguro. Los gobiernos gastan ingentes fondos en seguridad, lo cual consiste en generar vallas y muros. Precisamente en el año 2016, Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos impulsando esta consigna como eje de su campaña.

 

 

Todo esto forma parte de una concepción de la realidad que, por ser aquella en la que nacimos, crecimos o nos desarrollamos, pasa a ser elemento esencial del paisaje cotidiano; una realidad que no se cuestiona, pues no es posible ni siquiera pensar en otras alternativas. Los malos, los representantes del caos, los que se encuentran más allá de la muralla, los que viven en la miseria, en el barro, en una constante agonía; aquellos que anhelan pertenecer a la muralla, pero que han sido expulsados o que nunca han conocido sus bendiciones, hacen lo posible por atravesar el muro. La astucia crece como producto de la necesidad, y saben cómo llegar aduladoramente a quienes están dentro de la muralla, cuestionando su estado de supuesto bienestar, exhibiendo supuestas contradicciones de ese orden benéfico y consagrado. Lo que ocurrió con Rusia durante la Guerra Fría: el comunismo era una gigantesca cárcel, que procuraba atravesar la muralla gloriosamente creada por occidente. Por el lado socialista, las expresiones “Cortina de hierro” o “Telón de acero”, utilizadas por Churchill en 1946, establecían el otro lado de la muralla, el que ejercía el mundo soviético con el mismo esquema: los buenos, los felices, los que están de este lado de la muralla y, por el otro, los malos, los representantes del caos que se encuentran afuera. Un ejemplo actual es El Salvador de Bukele. Las triunfantes fotos que exponen los cuerpos escuálidos encerrados en frías cárceles solo pretenden acentuar la cosmovisión que acabamos de describir. El gobierno ha instalado una muralla efectiva que separa el bien del mal. Los ciudadanos están dentro de la muralla. Fuera de ella ha quedado el caos, la destrucción, el autoritarismo.

La realidad, toda realidad, cosmos incluido, forma parte de este dualismo amurallado. Es lo que llamo una cosmovisión encadenada porque no ofrece alternativas. Las mismas pueden estar en las variantes que la sociedad abroquelada permite en cuanto a la vida y que cada vez son menos. La carencia económica lleva a muchos a volcarse a lo que ofrece la vida delictiva, especialmente el narcotráfico, que no funciona como grupos aislados dirigidos por líderes crueles y carismáticos; son frías empresas en cuyas bases emplean a jóvenes acosados por la falta de trabajo, por el hambre.

 

Para quienes permanecen en la seguridad de las murallas, la verdadera realidad se desdibuja. Todo aquel que cuestione el muro será despreciado y sus afirmaciones pasarán a formar parte del tabú. Además de las religiones o las posturas extremas en la ciencia o en la política, existen en la sociedad sometida a la cosmovisión encadenada cantidad de grupos, sectas o escuelas diversas que, más allá del contenido de su prédica, cumplen invariablemente con este esquema. Podría decirse que están contaminados de muralla.

Todo ser humano debe generar su propia cosmovisión. Para ello, y antes que nada, debe recuperar su poder y acceder a la Visión Mítica. Es este costado de lo real la fuente de toda cosmovisión; un ámbito en el que se diluyen en cierto grado los límites entre el interior y el exterior. En estos textos, yo me he referido a algunos fenómenos o expresiones de la realidad mítica, pero quien se apoya en los mismos, sigue las instrucciones y en algún momento logra acceder a la visión extraordinaria, su percepción puede diferir considerablemente en cuanto a los fenómenos observados; lejos de ser un obstáculo, esta diferencia puede ser decisiva al construir la cosmovisión. En una sociedad sin murallas, el ejercicio del poder conduce a un tejido social en el que el desarrollo individual es máximo, pero cada uno de los miembros debe cumplir con los objetivos colectivos. Uno de los ejemplos son los deportes grupales, donde cada uno de los miembros debe desarrollar al máximo sus habilidades y creatividad individuales en función de ganar.

Se podría alegar contra esto que hay en el ser humano un trasfondo oscuro que siempre lleva al egoísmo y a la destrucción. En este punto, hay consecuencias insospechadas al recuperar el poder perdido y acceder a la visión mítica. No se trata solo de obtener poder y habilidades en sentido cuantitativo, como las que podríamos aprender en cursos. Acceder a estos ámbitos es una tarea singular, dramática, que exige valentía y, de obtenerla, debemos prepararnos para un cambio profundo. Al emerger nuestra personalidad más profunda, hay un proceso de desintoxicación por el cual se degrada la parte enferma que nos constituye.

 

 



¿Cuál es la verdadera realidad?

Al punto que hemos llegado, responder a esta pregunta podría considerarse un acto de subversión. Me refiero a formular el interrogante y las posibles respuestas en un sentido vivencial, carnal, no como una simple especulación filosófica. Para afrontar esta indagatoria sobre el carácter de lo real con la necesaria intensidad, se impone haber recuperado al menos una mínima parte del poder que hipotecamos durante nuestras vidas.

Agregaré que la respuesta que brindamos a la pregunta difiere en gran medida de la que pueden brindar películas como Matrix. Lo nuestro es más preciso: la tarea prioritaria y de la que debemos partir es recuperar el poder perdido. Hacerlo produce cambios de todo tipo, desde sucesos en el entorno inmediato hasta diferentes tomas de conciencia. Es esta sucesión de cambios la que nos da la base para encontrar una respuesta legítima a la pregunta. La verdadera realidad consiste en incluir en nuestra percepción aquello que llamamos Visión Mítica o realidad extraordinaria; en encontrar los vínculos entre ambas y operar. La solución no pasa, como es obvio, por querer fundar una religión o un culto, con personería jurídica, etc. Se trata de encontrar la forma de vivir de acuerdo a este nivel de conciencia que adquirimos, con nuevos sistemas de valores; con una nueva cultura.

Llegando a esta posición, nuestra primera tarea debería ser demoler las murallas que nos rodean, especialmente las interiores. No se trata de tomar una maza y emprenderla contra nuestras viviendas, sino de desmontar las barreras, de aniquilar todo aquello que evite el surgimiento de aquello que está dentro de nosotros. Como afirmo en anteriores trabajos, las murallas serán reemplazadas por la luz.

El hombre o la mujer sumergidos en la anestesiante seguridad que ofrecen las murallas seguirán entregando el poder a la civilización y sus valores. Día y noche la energía saldrá de sus cuerpos y de sus mentes como un precioso humo verde, destinado a alimentar los engranajes de las instituciones y los corazones de los poderosos.

Endiosaremos la muralla, y nadie la cuestionará, ya que no se puede cuestionar la divinidad.

 



 
 
GOCHO VERSOLARI
 

 

 
 

  1. Cuando digo América no me estoy refiriendo a Abya Yala, el topónimo de origen Kuna que los ocupantes originarios asignaban a todo el continente y que significa Tierra Pura o Tierra sin Mal que se refiere al paisaje formando parte de mí mismo. América es la construcción que realizara el esclavista Américo Vespucio en el siglo XVI a fin de brindarle al rey argumentos para que ejerciera el poder y saqueara los nuevos reinos. Sus informes contenían mapas, crónicas acerca de los pueblos y la potencial riqueza que se encontraría en los mismos. La tierra como objeto de expoliación. Eso, y no otra cosa, es América como opuesta a Abya Yala. En un artículo anterior expliqué que estas categorías no se circunscriben a una parte del mundo, sino que cualquier sitio en el planeta puede abordarse desde el punto de vista de América o de Abya-Yala.

  2. Desde tiempos remotos han coexistido el mito y el conocimiento racional. Los historiadores resaltan que en una cultura como la griega, por ejemplo, el conocimiento que disponían de la matemática y la física hubiera permitido una revolución industrial. En nuestra sociedad, es a partir del siglo XVIII y en especial en la época victoriana cuando el pensamiento racional se aplica a la producción, se establece el método científico como forma casi exclusiva del conocimiento y se pretende desterrar el mito para siempre.

  3. Utilizamos la expresión objeto fóbico proveniente del psicoanálisis, ya que es la que define adecuadamente el perfil del chivo expiatorio, del grupo, sector o persona a quien se hace responsable de todo el mal. No solo aplicado en la época de las brujas para describir con términos muy gráficos a las “emisarias de Satanás”, sino que sigue hasta el día de hoy por parte de muchos gobiernos que buscan un representante del mal al que culpan de las calamidades que son incapaces de conjurar. Llámese izquierdas, inmigrantes, etc.

  4. Estudios arqueológicos han descubierto que los textos bíblicos donde se describe la alianza que Dios firma con el hombre reiteradas veces en la historia, reproducen los contratos de vasallaje por los cuales el señor reclamaba el poder y, a cambio, establecía una serie de bendiciones. En caso de no cumplirse, se enumeraban como cláusulas una serie de maldiciones que caerían sobre el infiel. Este esquema, el de un soberano bondadoso o cruel, invisible y todopoderoso, es el medio más preciso de ejercer un poder despótico y de privar a los súbditos de su propia energía interior, que no sería otra cosa que el alimento del dios.

  5. Es de destacar el papel de las iglesias evangélicas en Estados Unidos, donde es enorme la afluencia de inmigrantes, muchos de ellos indocumentados, que llegan al país luego de haber abandonado sus vínculos primarios, sus relaciones familiares. Las iglesias están armadas para brindar una relación primaria, cara a cara, para establecer la solidez de los muros que los separan del afuera, y para sugerir, la preferencia por una muralla más grande, llevando a que el inmigrante escoja como opción política a gobiernos agresivamente conservadores. Es curioso que, en el otro extremo, la pandilla utilice las mismas técnicas destinadas a conjurar la soledad del recién llegado con una adhesión sin discusiones a las normas del grupo. En el fondo, iglesias y pandillas cumplen un mismo objetivo. La pandilla ejerce sin disimulos el delito; la iglesia desemboca directa o indirectamente en el ámbito de la política y su estela de profunda corrupción.

  6. Con el panóptico hago referencia al sistema carcelario propuesto por Jeremías Bentham según el cual, generar en el recluso la idea de que es observado en forma permanente condiciona su conducta. Esta teoría, que diera lugar a la novela distópica de George Orwell 1984, es el modelo de nuestra sociedad: la muralla panóptica es la que funciona con los ojos del guardián, de los cuales tenemos la fatal certeza de que nos observan. Esta idea de que la sociedad actual es un enorme Panóptico fue también desarrollada por Michel Foucault.

  7. Nadie analiza los entretelones de este mensaje, la falacia que encierra: en estos momentos, el narcopoder que ejercen las pandillas o los grupos delictivos tiene sólidas vinculaciones con funcionarios, en el propio gobierno y en otros países. Son un factor que permite elevar o hacer caer a cúpulas políticas. En muchos países se asesina a periodistas cuyas investigaciones avanzan en ese sentido. Cuando hay una “limpieza” como la de Bukele, la misma se centra en los peones. Las figuras principales se alejan, operan en otro país o se llaman a retiro disfrutando del poder que han logrado. Esto no solo es la descripción de una maniobra complicada de poder, que engloba en la delincuencia a miembros del gobierno y al grupo delictivo. Se trata del desarrollo de la parte tenebrosa de la droga que en épocas remotas permitió que el hombre avanzara al tomar contacto con la realidad mítica que lo rodeaba y que ahora, como mercancía prohibida y clandestina, cumple un papel opuesto. De unir a comunidades entre sí y con el entorno ha pasado a generar muerte y destrucción en la humanidad que nos toca vivir. Estos temas, por su complejidad, los estoy desarrollando en un trabajo que lleva por título: Las dos caras del dios.

  8. La visión mítica nos habilita para comprender todos los matices de la luz, las enormes consecuencias que la misma puede tener para recuperar el poder, la salud y la integridad humana. La luz, a su vez, actúa como ciertas murallas naturales que no son levantadas por un odio y un miedo exclusivamente humano. Las más inmediatas son la piel o el sistema de defensas: permiten el paso de algunos elementos tóxicos y procuran transformarlos y utilizarlos en el funcionamiento del organismo, mientras desechan aquellos que no sirven o que pueden producir daño. En otras palabras, la piel como muralla no es dogmática, no divide el mundo en forma tajante entre lo negro y lo blanco, lo bueno y lo malo.

 
 
VIAJAR EN MITO - 10 - Múltiples realidades encadenadas
01/06/2024
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