Tu garganta es la madre de todos los abismos
Me detengo en el borde de tu garganta.
luego de haber recorrido
la noche perpetua
de tu paladar.
En las sombras
intuyo hondonadas,
escarpadas paredes;
nidos de águilas y una imagen de ti,
pequeña,
descalza,
intentando trepar las murallas resbalosas
de ti misma
Tu garganta es la madre de todos los abismos;
la boca del cielo;
el bostezo del sol.
La silueta de tu homúnculo se prende del vello de mis piernas
y clava picas y pretende
llegar hasta mi sexo
mientras tu cuerpo amanece y se inflama
con la lentitud demorada
de las cosas bellas.
Te invito a arrojarnos a esta, tu garganta,
a rodar por los picos afilados,
a morir juntos en olvidados valles;
a renacer en los picos de los cóndores
y atravesar cielos cubiertos de palomas
y llegar a tu sexo,
solitario,
incólume,
elevado en un crepúsculo perpetuo
mientras venus destella
sediento
de tu blancura
y de tu pan.