Las noches del final
Cada atardecer es único.
Cada movimiento del cielo no tiene réplica,
a no ser en el universo matrioshka, en las capas más profundas
donde llega en vibraciones
de sutiles pájaros que no dejan de volar
hasta que los muelles del día les arrebatan las alas,
les clausuran los ojos;
los acallan y aplanan.
Los encallan.
Y el cielo continúa con sus revoluciones,
la nariz hacia arriba, los cabellos
en melenas deshilachadas que no dejan de volar
con los huracanes cósmicos,
con los suspiros lentos de los moribundos,
con el movimiento centrípeto de las almas
cuando se hunden;
cuando se apagan;
cuando emergen y vuelan y se esfuman
en las armonías poderosas
de la soledad.
En tanto
los planetas matrioshkas siguen apelmazados
en la punta de tu dedo;
de allí que cada caricia que me brindes
llenará de uránico polen
la tarde de mi piel,
la quieta factoría de mi sexo,
el trémulo rulo de mi codo
en el que me cuelo para obtener un amanecer
cuando es crepúsculo.
Y te pido que llegues descalza.
Las pieles de tres mundos
beberán de tus plantas,
que cantarán,
que cantarán,
que vibrarán
en luminosas tardes,
en destellantes muertes,
en cielos abiertos y cuadrados,
en las noches de adentro
de más adentro.
Las noches del final.
De OBRA POÉTICA DE GOCHO VERSOLARI - Blog de poemas.
GOCHO VERSOLARI