El cielo de los peces
El pescador se sienta
en la roca que emergiera de la tarde;
bajo los róbalos que vuelan,
una caravana de niños invisibles
rodea el cuello del anciano
El hombre prepara sus anzuelos,
su cebo.
su silencio.
El acaudalado cielo que conversa en la fronda
se ha puesto guantes para agitar los árboles
uno por uno,
mientras el pescador lanza la línea.
De pronto
se detienen los pájaros y vuelan hacia atrás.
Una joven descalza corta flores.
La quietud del lago la atrapa con sus manos
y el pescador la ve caer
con la lentitud de los desiertos.
La muchacha trepará los sargazos
y dejará que el anciano la tome
de la cintura, de los pechos
y la tienda sobre el tiempo herbal de las orillas
El sol de las cuatro
dispone su lengua de cilicio
para lamer las heridas de la noche.
Canasta henchida a eso de las seis,
el pescador regresa
con el pecho rebosante de elipsis;
El crepúsculo
cerrará sus dentados ojos
dispone su lengua de cilicio
para lamer las heridas de la noche.
Canasta henchida a eso de las seis,
el pescador regresa
con el pecho rebosante de elipsis;
El crepúsculo
cerrará sus dentados ojos
sobre el linóleo,
sobre el pan de la cena,
sobre el fecundo ofertorio
sobre el pan de la cena,
sobre el fecundo ofertorio
del maíz.
El cielo de los peces
ha ganado un adepto
y un silencio.
El cielo de los peces
ha ganado un adepto
y un silencio.
GOCHO VERSOLARI
El cielo de los peces