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09 VISIÓN MÍTICA - Otras formas de perder y recuperar el poder

 

 

Una condición para acceder a la visión mítica es haber recuperado el poder que perdimos y garantizar que no continúe su drenaje, o al menos haber avanzado en este proceso. Hasta ahora hemos afirmado que la principal pérdida de nuestra energía proviene de la constante transferencia que experimentamos desde el nacimiento: primero hacia nuestros padres, luego hacia las instituciones y personas que nos moldean e influencian en nuestra infancia, juventud y adultez.

Existen otras dos formas de drenaje de nuestra energía. La primera se refiere a las partes de nosotros que van extinguiéndose y se dirigen hacia el ámbito del Bardo o mundo de los muertos. En la visión mítica, estas partes se observan como aglutinados de energía, a los que llamaré "cuerpos".

La segunda forma de perder el poder se refiere a la energía que entregamos a dios en la medida en que recibimos enseñanza religiosa y mantenemos nuestra piedad. Esta energía tiene características diferentes a la que ofrecemos a otras personas o entidades de la sociedad; reclamarla, conservarla y procesarla también exige condiciones especiales que discutiremos en otra entrada.

En este momento, nos enfocaremos en el poder que perdemos a través de formas de suicidio parcial y fragmentado que ejercemos a lo largo de nuestras vidas.

 

 

 

Muerte y visión mítica.

 

 

 

Para aclarar un poco más: en la visión mítica, la muerte no es un evento único que ocurre en un momento específico de la vida, donde nuestra carga vital desaparece de pronto y en forma completa. Se trata de una presencia constante a lo largo de nuestra existencia y suele tomar versiones parciales de nosotros, que caen regularmente en lo que llamamos "El Bardo". Al respecto daré una breve explicación.}

¿Por qué morimos por partes antes de llegar al fin de la existencia? Imaginamos que el deterioro biológico es la causa principal, pero hay otros factores más importantes. La cultura en la que crecemos y vivimos nos quita el poder sin ofrecer mecanismos de regreso. Esto genera postergaciones y frustraciones. Utilizando el doble mensaje, los anuncios sociales nos estimulan a fomentar sueños y proyectos. Si los mismos fracasan, se nos acusa de falta de capacidad. Cuando somos jóvenes, solemos tener visiones claras y brillantes de nosotros mismos realizando actividades que nos llenan de plenitud. Con el paso de los años, esas imágenes pierden fuerza, se distorsionan. Un joven que sueña con ser médico y logra ese objetivo, descubrirá que ejercer la medicina no se parece en nada a la imagen idealizada de su juventud.

En una sociedad que se nutre del poder de sus miembros, pero jamás o rara vez lo devuelve, la energía que perdemos no solo se deriva hacia otras personas o instituciones, sino que los fracasos reiterados arrojan al Bardo cuerpos de energía que permanecen en un área comparable al limbo, y que si no los retiramos, quedarán allí hasta la muerte definitiva.

 

 

Breve introducción al Bardo

 

La palabra "Bardo" tiene su origen en la tradición tibetana y fue posteriormente adoptada por el budismo lamaísta. Al respecto, citaré este párrafo de Pema Khandro Rinpoche - 2021:

"El término tibetano 'bardo', o 'estado intermedio', no solo se refiere a la vida después de la muerte. También se refiere, de manera más general, a aquellos momentos en los que surgen los lapsos intermedios, interrumpiendo la continuidad que, de otro modo, proyectamos en nuestras vidas. En la cultura americana, a veces nos referimos a esto como que 'nos mueven el tapete', o cuando nos sentimos des-aterrizados. Estas interrupciones en nuestro sentido normal de certidumbre son a lo que se refiere el término 'bardo'. Pero para ser precisos, 'bardo' se refiere a aquel estado en el que hemos perdido nuestra antigua realidad y esta ya no está disponible para nosotros."

 

 

El Bardo, además de implicar esa noción de la muerte a lo largo de la vida, se refiere a un sitio transitorio donde van los fallecidos. Serviría, entre otras cosas, para reflexionar y compensar de algún modo aquello que no se ha podido cumplir en la existencia.

Toda vida humana debería desarrollarse en un entorno que favorezca encontrar su objetivo, la razón por la cual llegara al estado humano; un entorno que a su vez facilite los recursos para cumplirlo. En nuestra cultura, por el contrario, donde la urgencia por obtener un bienestar económico, potenciada por la sociedad de consumo y la constante hipoteca del poder, hace que muchos de estos proyectos se abandonen o se transformen, apartándose del impulso original. El resultado es que no vivimos las vidas que queremos, sino las que podemos y que a medida que aumenta la expoliación del poder por parte de nuestra cultura, la mayoría de las existencias de los habitantes del planeta, se convierten en caricaturas de lo que debería ser la vida real. En la sociedad actual, nuestros verdaderos objetivos, se han ocultado profundamente y nos empeñamos en carreras para alcanzar metas que no son nuestras, sino que impone la cultura para mantenerse lozana a costa de nuestra energía. ,

En la visión mítica no solo se ve esa carrera: la persona que se somete a horarios agobiantes, que debe trabajar impulsado por las cuotas de la hipoteca, del automóvil, de los electrodomésticos que ha adquirido, emite cada tanto una presencia fantasmal que se desprende del cuerpo y desaparece. Lo mismo ocurre cuando se produce un divorcio, una separación, aunque por supuesto el divorcio institucional no es el problema, sino el deterioro de las relaciones producido por la pérdida progresiva del poder entre los miembros de la pareja. 1La sociedad se basa en agotar las relaciones personales a través de una pugna por el poder; así el abandono de una carrera, la pérdida de un trabajo son proyectos que no llegan a su fin y arrastran al Bardo porciones de nosotros mismos.

Como lo esencial de nuestro cuerpo está vivo, estas entidades no pasan a formar parte de la muerte propiamente dicha, sino que se acumulan en una suerte de limbo. El resultado es que seguimos perdiendo poder como un proceso secundario a la entrega que hacemos a la sociedad.

 

 

Influencia del mesianismo.

 

 

Se impone como tarea para aquellos que incursionamos en el ámbito de lo mítico realizar, en algún momento, una crítica completa de lo que llamamos la razón confesional. Esto incluiría desde la recuperación del enfoque chamánico de libros como la Biblia hasta un análisis profundo de los procesos de secularización de muchas nociones que, en principio, son generadas en ámbitos estrictamente religiosos y luego pasan a la sociedad, tiñendo la cosmovisión del hombre común como una lista de supuestos básicos, de axiomas que se convierten en dogmas laicos y que no tienen discusión. Todos ellos forman lo que llamamos mitos de poder, es decir, relatos que adquieren una forma mítica pero que no están destinados a explicar, orientar y regular la existencia o el desarrollo de la vida, sino que promueven el dominio directo de un sector de la sociedad sobre otro.

Como ejemplo, podemos tomar el puritanismo, que era la postura religiosa y política de los primeros peregrinos que llegaron a América desde Inglaterra en el siglo XVII. El puritanismo se centra en una estricta moral sexual donde se prohíbe todo aquello que se relacione con el placer (desde el enfoque filosófico, es lo opuesto al hedonismo). La sexualidad se tolera solo como parte de la vida matrimonial y debe estar dirigida exclusivamente a la procreación. Este puritanismo fue la base de la civilización estadounidense, permitiendo que, en ocasiones, las iglesias protestantes en ese país promuevan consignas que restrinjan actividades como el baile y condenen toda forma de sensualidad, por más leve e inocente que parezca. A pesar de la supuesta separación entre la iglesia y el estado, esta postura puritana es adoptada por la mayoría de la población, incluso por aquellos que no tienen una mentalidad religiosa. Es así que se vincula el sexo y el erotismo, incluso en sus manifestaciones más leves, al pecado, a lo oscuro, a lo caótico; a aquello que debe estar del otro lado de la muralla, y se levanta un ideal de pretendida pureza. Cabe señalar que el puritanismo, más o menos estricto como norma ética de los tres monoteísmos occidentales, representa una importante restricción de poder, como sucede siempre que se reprime o se intenta modificar el impulso sexual original del ser humano.

 

 

 

Otra forma de secularización, es decir, de traslado a la mentalidad laica de postulados que han tenido su origen en el ámbito religioso, es el mesianismo. Este es conocido por ser, antes que nada, una expresión del cristianismo, que en el proceso histórico de su formación ha concluido que, después de su muerte, Jesús regresaría para lograr la redención de sus fieles y el castigo a sus enemigos. En realidad, los tres monoteísmos occidentales están atravesados por nociones mesiánicas, y esta tendencia se reproduce en algunos pueblos originarios con elementos de sus propias cosmovisiones. En todos los casos, el mesianismo es un mito de poder, ya que se engendra en una anomalía: la aniquilación o amenaza de aniquilación de un pueblo, que posteriormente retoma su poder y pretende acceder a las bases de su cultura. Al hacerlo, ya no es el mismo. Se espera otro ataque, la llegada de una nueva amenaza de destrucción, por lo que se levantan murallas, se inician persecuciones; el contenido de su cultura adopta la forma dogmática y se abandona la búsqueda de la felicidad presente por un futuro supuestamente cargado de bonanza. Es decir, al no disponer del poder para lograr su realización, los miembros de esa comunidad extrapolan su condición de seres con un poder pleno a un futuro mesiánico. En tanto siguen entregando la preciosa energía que los constituye a los dominadores de turno, sean laicos o religiosos.

Este proceso no solo es propio de la religión, sino del socialismo, que toma la misma estructura mítica del cristianismo. En un texto clave, Lenin describe las dos fases de la sociedad socialista, ubica la misma en un futuro, que parece muy próximo: el estado, al ser una herramienta de opresión de una clase por otra, estaría llamado a disolverse cuando se logre la Dictadura del Proletariado, ya que dicha clase social no tiene por debajo de sí un estamento al que oprimir. Al desaparecer el estado, sobrevendría la segunda fase de la sociedad socialista, la sociedad sin clases, el comunismo. Sin embargo, la práctica histórica demuestra que dicho estado no es fácil de disolver, que se prolonga indefinidamente y que va acompañado de muchas masacres, teniendo esto en común con el mundo capitalista. En todo caso, lo que tiene aquel cuya praxis estaría llamada a lograr esta sociedad sin clases en común con el mesianismo, es la ubicación de una sociedad ideal en el futuro; sociedad ideal por llegar a la que se sacrifica el presente. La vida que viviremos será infinitamente superior a esta, por lo que si es necesario que la destruyamos en su expresión actual, no se perdería nada. Es el mismo mecanismo que nos lleva a desdeñar la existencia actual por una realidad trascendente, según plantean muchas corrientes religiosas.

 

 

En otras palabras, lo mesiánico es una forma de enajenación, donde ponemos lo que está fuera de nosotros en un futuro incierto, un futuro separado del tiempo; un futuro que nos hipnotiza. La llegada del comunismo y el nuevo advenimiento de Cristo tienen en común una actividad, un sentido de vida extrapolado al porvenir y una feroz inmovilidad en el presente que permite la sujeción y la entrega indiscriminada de poder a ciertas clases o estamentos.

El mesianismo hace que elijamos líderes fuertes, con mucho carisma. Nos negamos a nosotros mismos la posibilidad de ejercer la Dínamis con la que nacimos, de limitarla a grupos cara a cara como podrían ser los que formen una pequeña comunidad autosustentable y de desarrollar nuestras fuerzas. Se nos enseñó que delegar el poder que nos corresponde, hipotecarlo, es la única alternativa de vida. Con esta actitud, nos cerramos posibilidades: todo lo que se espera, desde la nutrición hasta los objetivos finales de la existencia, depende de aquel a quien otorgamos el poder. Cada entrega implica unarenuncia y cada renuncia es una parte de nuestra energía que cae al bardo y que permanece inmóvil hasta que se la recupere. 

En el siglo XIX en Inglaterra, en plena revolución industrial, y funcionamiento de las industrias textiles, se buscaba que el obrero recibiera un salario que alcanzara exclusivamente para su manutención. Menos de eso implicaría la muerte temprana, lo que no convenía a la explotación. Más de eso, implicaba una erogación por parte de la fábrica que podría reducir considerablemente las ganancias. En el caso que estamos exponiendo, los centros que absorben nuestro poder, cuidan que tengamos la cantidad de energía mínima para seguir funcionando, para cumplir un papel en el tejido social. La carencia total de poder conduce a la muerte. Recuperarlo por completo, no es conveniente para el sistema, ya que de hacerlo eso podría producir una reacción colectiva; un cambio de valores profundo y poner en jaque los fundamentos de la cultura y la propia civilización. De allí que seamos conscientes del carácter subversivo de lo que exponemos, de la actividad que practicamos y cuyo ejercicio alentamos. 

Forma de revertir el proceso

 

 



 

En otro sitio me detendré sobre el Bardo: sus características y todos los detalles. Aquí señalaré que es necesario tanto en nosotros como en aquellos sobre los que trabajamos, recuperar esa fuerza que se pierde en forma casi diaria. Si el proceso continúa, nuestra comprensión, nuestra energía, tienden a disminuir. Lentamente se van gestando enfermedades, y sufrimos un deterioro creciente. El poder que vamos entregando tiene que ver con nuestra fuerza vital primaria; esa fuerza que circula tanto por nuestro cuerpo como por el universo.

Esto nos ocurre a quienes vivimos en las grandes ciudades, donde las condiciones de existencia se complican cada vez más: noticias alarmantes, situación económica que empeora. En el gobierno se alternan partidos y personajes, que utilizan la inseguridad y la delincuencia como elementos para llegar al poder o permanecer en el mismo. Para mantener y desarrollar estos juegos de dominio, se requiere la fuerza diaria de los habitantes. Se va quitando y dejando lo necesario para que no muramos y continuemos con nuestro papel de proveedores de energía.

Aceptando esto, recuperar el poder es accesible a todos, no requiere de ninguna formación especial, salvo de cierta capacidad de entrega, de una virtud como la valentía para enfrentarnos a nuestras dimensiones interiores.

En otras partes hablamos de la necesidad que la persona que se introduzca en la Visión mítica, siga el desarrollo de un arte: creación artística o simple disfrute de las obras de arte: ésta es una de las primeras incursiones a la percepción extraordinaria.  Observando desde la Visión Mítica a la persona que ha iniciado un arte, apreciaremos cambios. La nueva actividad también requiere de energía y se le entrega en forma de aglomerados: tubos flexibles, de gran tamaño, a los que llamaremos cuerpos. Son los que alimentan un cuadro, un poema; ninguna creación es inerte, sino que vive y crece tomando nuestra dínamis.

Cabe preguntar: ¿qué diferencia hay entre la obra de arte que consume nuestro poder por un lado y por el otro la civilización, la cultura, cuando se apoderan del mismo? Las obras de arte son parte de nosotros mismos, más precisamente una prolongación, de modo que al brindarles nuestro poder interno en forma de cuerpos luminosos, el mismo se multiplica. Así, desde la visión mítica cambia por completo el concepto de creación. El esquema inamovible del creador- criatura, propio de la mentalidad confesional, se altera por una influencia de la criatura sobre aquel que la engendra y que se manifiesta aún antes de su expresión, cuando se encontraba en términos de gestación (es lo que ocurre con una mujer embarazada, cuyo estado suele promover transformaciones y cambios de actitud en ella y en quienes la rodean, antes del nacimiento) Así, la energía que el artista vuelca en su obra regresa a él; lejos de perderse, se multiplica y aumenta en intensidad. En otras palabras, a fin de lograr un estado de salud de recuperación del poder y multiplicación del mismo, es necesario crear. No se trata sólo de la actividad artística, sino que casi todas las obras humanas pueden ejercerse en términos rutinarios o creativos. En el primer caso estas actividades brindarán el poder a instituciones o personas sin que lo podamos recuperar. En el segundo, el poder regresará a nosotros y se multiplicará, ya que la actividad en la que nos volcamos será parte de nuestro ser.

La creatividad recíproca que consiste en la interacción permanente entre el creador y lo creado, tiene consecuencias muy importantes que también desarrollaremos en otro sitio.



 

En otras palabras, la actividad cotidiana que llevamos a cabo en una gran ciudad, se orienta a la entrega de poder, a la pérdida del mismo sin que podamos recuperarlo. Podría diferenciarse como hace Ferdinand Tönnies cuando habla de formas comunitarias inmersas en una gran ciudad: clubes, grupos de baile, etc. en los cuales los grupos primarios, “cara a cara” compensan las formas frías a las que llama relaciones societarias o relaciones secundarias. En efecto: es en estas pequeñas comunidades donde se darían las condiciones para que empiece una transformación. También en las actividades artísticas y en los grupos que se forman alrededor de las mismas.



 

1A esto se suma las grandes limitaciones de la familia nuclear, prototipo de occidente, y las grandes resistencias de la sociedad a los ensayos de familias alternativas.   

 

 

    GOCHO VERSOLARI

 

09 VISIÓN MÍTICA - Otras formas de perder y recuperar el poder

14/05/2024

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